“Nuestro arte encierra un misterio”. Marko Rupnik: teólogo del Arte, artista de la Teología
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Ha
hecho de Zaragoza una de las capitales mundiales delArte Sacro Contemporáneo.
El padre Marko Ivan Rupnik(Zadlog, Eslovenia, 1954), que ha sido llamado el
Miguel Ángel de nuestros días, acaba de crear para el Templo de Santa María,
Madre de la Iglesia, de la ciudad de Zaragoza, una profunda catequesis en forma
de gran mosaico.
Con
él, por el dominio de la luz, del color y de la imagen, consigue que quien lo
contempla pueda hablar con Dios superando la rutina y el cansancio. Daniel
Granada y Charo Cambra han entrevistado al artista.
Pregunta- Imagínese un joven adolescente de 17 años que llega a su
casa después de un pequeño viaje y comenta:
"He estado en la Capilla del Santísimo de la Catedral de la
Almudena. Es preciosa, me he sentido en paz y con paz, me he sentado y sólo
tenía ganas de rezar". ¿Qué piensa usted, qué siente al oír estas palabras? Fotos de muestra
Respuesta- Pienso que si nuestro arte encierra verdaderamente un
misterio en la belleza, o una belleza como revelación del misterio, entonces lo
que el joven ha experimentado ante nuestro arte es un inicio. Algo lo ha
atraído, porque era algo bello, gustoso, sereno, pacífico. Si esto es así,
volverá, y cada vez que vuelva descubrirá algo más. Pienso que el sentido de
este arte nuestro es precisamente empezar a habituar a la persona a volver a la
fuente, y ofrecer criterios exigentes acerca de lo que mueve el corazón del joven.
O sea, es muy importante que el joven que durante todo el día está recibiendo imágenes
sensuales reciba también la experiencia de imágenes espirituales, imágenes que
hablen directamente de Dios. Cuando se da una saturación de imágenes sensuales,
se acaba curiosamente en una abstracción espiritual, y acabamos prefiriendo la
ausencia de imágenes espirituales, lo que no puede ser para un cristiano. Si
quedamos vacíos de imágenes del espíritu, tarde o temprano volveremos a
buscarlas, porque es una necesidad que yo llene el corazón de imágenes, que
nutra mi corazón de imágenes para el espíritu.
P- El beato Juan Pablo II le encomendó a usted y al Centro Aletti una
misión especial, una misión para los países europeos del este. Vivimos en estos
momentos una universalidad, una globalización
que nos desconcierta a veces y nos llena de
gran información sobre todo. ¿La Europa Oriental y la Europa Occidental pueden llegar
a conjugar una espiritualidad cristiana que nos una y nos transfigure?
R- Juan Pablo II hablaba de “intercambio de dones”. El futuro de Europa
dependerá completamente de su unidad. Ahora, con el nuevo modelo de gobierno en
el mundo, de organización mundial, las islas nacionales europeas no significan
nada, porque son demasiado pequeñas. Un asiático no está interesado en la
teología española o alemana, sino en si Europa todavía tiene algo que decirle.
Y aquí Europa se encuentra extremadamente débil, porque todavía no se ha
elaborado una “síntesis europea”, y para realizar esta síntesis no se puede
contar solo con la Europa occidental, sino con todo el continente de la fe
cristiana vivida en los siglos pasados. Hace falta que nos ayudemos a superar
los complejos de las nacionalidades, de los nacionalismos. En tiempos anteriores,
cuando un pueblo se bautizaba, el bautismo resultaba una unión más fuerte que
la nación, porque el mismo concepto de nación estaba ligado en su núcleo a un
sentido religioso. La época moderna ha elaborado un concepto pagano, no
religioso, de la nación. Y hoy lo triste, e incluso lo absurdo, es que el
propio clero es más nacionalista que el pueblo, o que los gobiernos laicos. Esto
resulta paradójico, e incluso trágico, porque el clero, que debía ser creyente religioso,
se deja arrollar por un concepto ateo de nación, sin ningún núcleo original
religioso o dimensión trascendente, y cuelga después la religión sobre un
concepto ateo de nación. Mientras la Antigüedad tenía una visión religiosa de
la nación, en cualquiera de las religiones. Europa está llamada a superar estas
divisiones, y a entender que todo lo que es de Cristo, es también mío. Cuando
español diga “nuestro Andrei Rublov” o “nuestra Catalina de Siena”, entonces Europa
será verdaderamente cristiana.
P- El arte litúrgico es pura Catequesis, es vida, ya que la
liturgia es pura vida, no es algo estático. Si en este momento alguien le hablara de
familia, catequesis familiar, liturgia vivida desde y para la familia, ¿cómo lo
expresaría?
R- Pienso que la familia, junto con los oasis de las comunidades
monásticas o de las verdaderamente religiosas, están llamadas a reproponer la
fascinación de la vida bautismal en lo concreto de cada día. Desgraciadamente, a
los cristianos les han quedado hoy alguna de las grandes ideas, algunas sólo,
algunos valores, dicen, y un poco de actividad parroquial y de algún movimiento,
pero el estilo de vida de estos mismos católicos está gestionado por el mundo.
Cómo hemos organizado nuestras viviendas, cómo pasamos las vacaciones, cómo
festejamos las cosas, cómo comemos, cómo incluso vestimos, porque para nosotros
no es indiferente el vestido, sino que es una cuestión moral y ontológica.
Nosotros estamos revestidos de Cristo y hoy casi ningún cristiano
establece una relación entre ese hecho y la forma en que nos vestimos. Así que
nuestra forma de organizar el mundo, y desde aquí, la evangelización del mundo,
no atrae a nadie, porque son solo palabras, declamaciones, grandes acciones, si
acaso, a las que siguen incluso aplausos, pero no la fascinación, porque para
fascinar se necesita vida, y no hay demasiada vida debajo de todo esto. Por eso
el matrimonio está llamado hoy, junto a los monjes y a los religiosos, a
reproponer la belleza de la vida nueva que se recibe en el Bautismo. O se cree por
fin que la vida de los padres que he recibido muere y resucita en otra vida ya
no ligada a la sangre de los papás, sino a la sangre de Cristo, y entonces, hacemos
redescubrir la belleza de esta vida, o todo el resto de lo que proponemos no
dejará de ser un gran moralismo.
P- Sabemos que la oración nos transforma, nos une en plenitud al
Señor, ¿qué consejo nos daría para que esa oración familiar nos transformase, nos
uniese de verdad y en verdad al Dios Amor?
R- Yo pienso así: la cuestión de la oración es una cuestión de la vida.
Si comprendo que la única vida que tengo es la de Cristo, la divina, entonces para
mí se hace espontáneo hablar con Dios. Si no tengo convicción y esta real
experiencia, entonces la oración es un artificio forzado que no funciona. La
cosa es muy simple y es simplemente así. Yo puedo tener un padre. Los datos
anagráficos me demuestran que este hombre es mi padre. Hasta que yo no lo
reconozco y no comienzo a conducir un diálogo filial, para mí aquel padre no
existe.