Un protagonista de los encuentros entre expresos de ETA y víctimas en las Jornadas Rovirosa
¿Por qué ha destrozado mi vida? ¿Por qué sus hijos no tienen
padre? Estas eran algunas de las preguntas que les hacían las víctimas a los
presos en aquellos encuentros según Alberto Olalde. Tuvimos la suerte de contar
con la aportación de este profesor de la Universidad del País Vasco en la
segunda charla de las Jornadas Guillermo Rovirosa celebradas en Zaragoza en
febrero.
Alberto
Olalde es además Doctor en Trabajo Social y especialista en mediación penal y
formó parte del equipo que junto con Esther Pascual diseñaron y prepararon los
encuentros que tuvieron lugar en 2011 inicialmente en el Centro Penitenciario
de Nanclares de Oca de Álava. De aquel centro partió la experiencia de un grupo
de presos expulsados por la organización de presos de ETA por romper con las
directrices de la misma y solicitar encontrarse con los familiares de víctimas
de atentados terroristas en los que ellos tomaron parte activa.
Hasta 15
encuentos entre víctimas y sus victimarios tuvieron lugar en aquellos meses en
distintos centros penitenciarios. La
preparación de cada una de las partes corrió a cargo de los mediadores. Se realizaron en el contexto paradigmático de
la justicia restaurativa según la cual el ofensor puede reparar simbólicamente
el daño realizado y no sólo pagar penalmente por el mismo.
Los presos
que aceptaron encontrarse con sus víctimas tenían miedo de hacerles más daño o
de no saber qué decirles, pero también en algunos casos querían aclararles la
mentira que urdió ETA para justificar el atentado. Querían saber si las
víctimas habían logrado salir del pozo de sufrimiento en que el atentado les
habría sumido. Las víctimas por su parte necesitaban respuestas a preguntas muy
personales sobre detalles relativos a los atentados. Querían asegurarse de que
no se legitimaba de ninguna manera la atrocidad que les había causado tanto
dolor.
Los
resultados de estos encuentros, obstaculizados más tarde por el gobierno que
ocupó la presidencia del país en 2011, fueron en algunos casos el perdón, en
otros, las respuestas a preguntas sangrantes como a heridas. Alguno de los
encuentros se saldó con un abrazo cuya iniciativa partió de la víctima y en
otros se intercambiaron datos para mantener el contacto más adelante.
Desde estas
páginas agradecemos a Alberto Olalde que nos transmitiera esta rica e
interesante experiencia que creemos que supone una traducción política y real
de las posibilidades de la misericordia y el perdón a todos los niveles.
Seguiremos dando voz a este tipo de experiencias tan silenciadas o manipuladas
por otros medios.