Hambre en Aragón

Las secuelas de la crisis están llegando al estómago de algunos de nuestros conciudadanos.

Los servicios sociales están desbordados. Las parroquias no dan abasto para atender el aluvión de peticiones que afectan a los aspectos más básicos de la subsistencia y cada vez se detectan más casos de niños que acuden al colegio sin haber desayunado.
En los últimos meses, se puede presenciar en Zaragoza, a eso de las nueve de la noche una escena que pone los pelos de punta. Decenas de personas se arremolinan junto a las puertas de los supermercados esperando las bolsas de los productos caducados que los empleados llevan a los contenedores.
Algunas de esas personas han pasado por todo el calvario que ha traído la crisis. Primero se les instaló en la cabeza, cuando surgió el miedo al despido, cuando intuyeron que su puesto de trabajo peligraba, cuando se consumó el despido. Luego descendió al corazón, y empezaron a sentirse culpables e inútiles, mientras se les cerraban todas las puertas e iban mermando las ayudas públicas. Por fin, se ha agarrado a las ácidas paredes de su estómago.
Quién nos iba a decir en el año que hemos conmemorado el centenario de la muerte de Joaquín Costa que iba a reaparecer el hambre en la España urbana y europea. Quién nos iba a decir, a estas alturas de la película, que la burguesía catalana, Duran i Lleida, y la aristocracia castellano-andaluza, Cayetano Martínez de Irujo, volverían a coincidir en sus pulsiones clasistas a la hora de criticar y denostar a los trabajadores del campo andaluz, a los que ya no necesitan gracias a las cuantiosas subvenciones europeas, estatales y autonómicas que reciben[i].
Hace apenas un mes celebrábamos la Navidad, que no es si no la Encarnación de Dios que se hace hombre para cambiar la historia abriendo las puertas de la salvación a todos los hombres.
Quién nos iba a decir que la esperanza a todas nuestras miserias nos la iba a traer un niño que nace en el seno de una familia pobre para quien no había otro lugar donde recibir a su hijo que un establo de animales. Por eso la Navidad, es sobre todo buena nueva para los pobres.
Y por eso sólo la lucha por la justicia desde la solidaridad, de la que son maestros los pobres que luchan cada día por mantenerse a flote, puede transformar la situación de nuestra región, de nuestro país y de nuestro mundo. Bien lo sabían los trabajadores españoles cuyo lema en la Primera Internacional fue “Contra la ignorancia periódicos y libros, contra la miseria asociación”.
[i] Extracto del artículo de Ángel Garcés Sanagustín, profesor de Derecho Administrativo.

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