Ángel Liso fue mi mejor profesor



(El pasado 24 de Octubre se ha inaugurado en Torrero una plaza en memoria de Ángel Liso Chóliz. reproducimos la carta que Gregorio Forniés ha escrito al respecto).


El domingo, a las 12 horas, se rindió un cálido homenaje a Ángel Liso Chóliz con motivo de la dedicación de una plaza a su memoria. Treinta y cuatro años después de su fallecimiento no habían paliado el recuerdo, la gratitud y la amistad a este hombre del pueblo, sencillo y sabio. Varios centenares de personas acudimos a este acto, durante el cual se vivieron momentos de emoción y se expresaron, como si su muerte hubiera sido ayer, la admiración y el aplauso a una persona que había dejado su huella en muchos de nosotros. Toda la plaza vibraba con el mismo latido.
La primera foto fue para la placa que lleva su nombre: plaza Ángel Liso Chóliz. Fijada en la pared de la parroquia de la Sagrada Familia, y como teniendo delante todo el barrio de Torrero, nos recordará al militante obrero cristiano, que intentó siempre ser fiel a Cristo y a la clase obrera. El escenario principal de su compromiso fue El Hogar cristiano, por el que tuvieron vivienda barata muchas familias sencillas, el Stadium Casablanca, la Asociación de Vecinos de Montes de Torrero, fundada por Liso, la A. C. Obrera de Torrero-
Además de impulsar la Hoac diocesana de Zaragoza de la que fue su presidente. Y un sinfín de reuniones, maestro y pedagogo de muchos militantes, en cuya labor rebosaba sencillez con una inmensa sabiduría, sentido de justicia y de solidaridad.
Recuerdo una entrevista a Liso que publicó Aragón Exprés donde se decía :"La Hoac nace de nuevo". Efectivamente fue el impulsor de esa Hoac, no solo vivero de militantes del pueblo, sino de unidad, porque allí cabíamos todos: militantes de asociaciones vecinales, de USO, de CC.OO. de UGT y hasta algunos anarquistas, incluso del PC. Todos éramos uno y cada uno servía a su sindicato o su partido según su responsabilidad y libertad... Fieles a la clase obrera y a Cristo. Nos unía "una verdad que nos hacía libres".
TENGO que añadir que Ángel Liso fue mi mejor profesor. Con él como maestro y pedagogo, descubrimos una cultura propia del Movimiento Obrero, una manera de ser, de pensar, una utopía... Desde esa cultura repensamos toda la teología, leyendo el Evangelio desde los pobres. La música era otra. El caso es que, sin violentar nada de nuestra fe cristiana todo tenía coherencia. Todo lleno de verdad y sencillez.
Humilde, sencillo y con sentido de comunión, pero desde los pobres. Nunca bajó la cabeza ante el poderoso. Defendiendo a los compañeros trabajadores se jugó el tipo y el puesto de trabajo. Llevó al empresario ante el juez, ganó el pleito...
Pero le fue imposible seguir en aquel trabajo y se estableció como autónomo. No bajó la cabeza, defendió los derechos de los demás y sus propios derechos. Solo se inclinó ante el humilde, nunca ante el poderoso, que eso es ser hombre grande y vivir en la verdad.
Ahora nos vienen diciendo que la libertad nos hará verdaderos. Nada más falso. Al liberalismo económico del XIX, libertad sin traba alguna, se le acusaba por los críticos de la época que era la "libertad de una zorra dentro de un gallinero". Esa es la libertad, sin control, del mercado salvaje, pero también la libertad, con el poder, de Hitler o de Stalin, y la libertad de todo corrupto que tiene algún poder frente a los demás. Esa libertad no nos hace verdaderos, sino que muestra lo que cada uno es por dentro. Aparece la verdad que no es lo mismo.
La de Ángel Liso fue una verdad vivida en la libertad que nace de dentro. Y su verdad era la justicia y el bien común, la promoción de la clase obrera, sin tarjetas doradas, sin chollos, sin pelotazos. Al contrario, obrero y peón por vocación hasta conseguir la promoción colectiva. Por eso el homenaje en Torrero no solo ha sido más que merecido, sino recuerdo y contraseña para que nadie olvidemos su testimonio. La utopía ha sido siempre la orientación de los grandes militantes.
Y como los grandes hombres han tenido junto a sí a una gran mujer, no quiero acabar sin nombrar a María, su esposa, felizmente presente en el acto, sin cuya colaboración Liso no hubiera hecho lo que hizo. A ella también las gracias.

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